Tranquilidad en tiempos de corona
Mira que da vueltas la vida, pero esto… esto sí que no me lo esperaba. Mientras escribo esta entrada mi casa está llena de voces, (por no decir gritos) ruidos, demandas, llantos, risas, de todo… Sinceramente es todo un reto brutal concentrarse para trabajar, estudiar, y ya no te digo para tener una eficiencia haciendo yoga o en meditación ¿Te suena, verdad? Pero tengo la esperanza de que vamos a salir fortalecidos de esto, si conseguimos no derrumbarnos. Luego está todo lo que pasa fuera de casa, eso ya es de ole… pero eso si que te lo sabes porque estamos hiperbombardeados, hiperestimulados, hiperhiperados y yo honestamente hipersuperada. Ya no asimilo más información y he decidido hacer todo lo que está en mis manos, y ya está a la vez que practicar cierto aislamiento mental. No llenarme la cabeza del resto. Todo lo que pasa en dentro y fuera de casa, todo, se ve a través de tus propios ojos. Lo más importante es cómo ves tú todo lo que ocurre, cómo reaccionas ante estas sensaciones extremas y megacontradictorias. El dolor que hay fuera frente a los actos heroicos, la desconexión física frente a la conexión emocional por zoom o WhatsApp, la tristeza profunda de la enfermedad de los tuyos, frente al nidito de arcoiris/locura en casa. Es un mareo de sensaciones que oscilan desde el agujero más profundo hasta una felicidad cálida. Mi hermana que es muy sabia me dijo el otro día. “No te puedes permitir caer en ningún agujero, tienes una responsabilidad enorme frente a tu familia y frente a muchas personas que cuentan contigo” y eso me hizo cambiar el chip. En un segundo mute de rol de víctima ahogada en el que me quería meter, a vamos pa’ lante, que no decaiga el ritmo. Y así estoy.